El pasado lunes estuve
viendo el estreno del documental “Las tres muertes de Teófilo del Valle”, del
guionista y cineasta eldense Manuel de Juan, y me impresionó, incluso conociendo como conocí los años 70 en España, el desparpajo
con el que muchos años después, y gracias a sus propias
declaraciones, nos enteramos de la forma en la que el Juez de
Instrucción y Primera Instancia de Elda don Agustín Ferrer
Barriendos, fue presionado por el Ministerio del Interior por haberse
atrevido a arrestar a un policía en cumplimiento de sus funciones,
apremiándolo a que modificara esta resolución, a que “se
inhibiera y quitara de encima el expediente, pero limpio de polvo y
paja.” Así, con esas palabras.
Una de las formas en las
que el fascismo entra de puntillas por la puerta de atrás en la
sociedad es ensuciando el buen nombre de personas decentes. Esta
estrategia sucia y mezquina es puramente fascista y ha ocurrido por
ejemplo en el caso de Mónica Oltra. Los medios y las redes sociales
son los grandes aliados. Acabo de localizar una información de cómo
se creó una imagen falsa de Enrique Múgica en 2019 en la que pasea
por una concurrida avenida con una bolsa de Chanel con la leyenda
“Cuando el comunismo sale de compras”. Es muy sencillo crear un
bulo. Cualquiera puede hacerlo. Con texto, con imágenes. La ocasión
la pintan calva. También a Teófilo, este chico eldense que
asesinaron en 1976 con tan solo veinte años, lo acusaron de ser
drogadicto y delincuente, para que se viese que en cierto modo no
pasaba nada porque lo hubieran asesinado a sangre fría. Y todo el
que lo conocía lo confiesa: se inventaron esas acusaciones. Y cuando
se ha descubierto que esto no fue así, nadie ha venido nunca a pedir
disculpas por ello, ni siquiera el policía que disparó contra él.
Una vez se aclara la
verdad, no resulta fácil desarticular la forma en la que se ha
ensuciado la reputación de alguien, porque ya se ha conseguido hacer
el daño que se perseguía y la noticia, sencillamente, ya no
interesa. Y vuelvo al lamentable caso de Mónica Oltra. ¿Quién le
va a pedir ahora disculpas?. ¿Quién va a reparar el daño hecho?.
¿Quién va a reconocer el valor de su buena gestión cuando se han
esperado a que fueran las elecciones del 28M para sacar a la luz el
informe policial que le da la razón cuando se disponía de él mucho
antes? Porque no todo el mundo es igual, no toda la gente que se
dedica a la política tiene los mismos escrúpulos. Los fascistas
carecen de escrúpulos. Y ya está, es así, siempre lo ha sido. Esto
lo aprendí, como mucha gente de mi generación, en la adolescencia,
viendo la película Novecento
(1976). Y ahora me encantaría que lo reflexionaran los
jóvenes, porque deben y pueden y les va a tocar defenderse. Hay que
cuidarse de los lobos que vienen disfrazados de corderos. Mañana
pueden ponerte una pistola en la mano y azuzarte a que sueltes el
odio que te han inoculado y de pronto te des cuenta de que has matado
a alguien. Ellos no harán el trabajo sucio ni mancharán su
reputación. Por eso saben estar callados. ¡Cuidado!. Te pondrán la
pistola en la mano.
Hablar de fascismo o de
comunismo en el siglo XXI puede parecer un anacronismo. Quizá es más
correcto hablar, como lo hace el historiador Francisco Carantoña,
“de una nueva derecha antiliberal, nacionalista, xenófoba y con
frecuencia fundamentalista religiosa que no reniega de la democracia,
pero sí de la libertad y de los valores de la Ilustración que
sustentan las auténticas democracias.” (La voz de Asturias,
26/06/2018)
Herbert Marcuse, un gran
pensador de la llamada Escuela de Francfort del siglo pasado,
escribió “La tolerancia represiva”, un libro que se convirtió en
lectura de culto en los campus universitarios norteamericanos donde
Marcuse llegó a ser una figura venerada entre los sectores más
radicales de los años 60. Suya fue la consigna “Make love, not
peace.” Marcuse acusa a la burguesía, considerándola la causa
directa de la opresión fascista que soporta la sociedad. Así como
el marxismo criminaliza a la clase capitalista, la Escuela de
Francfort y en especial Marcuse, declara culpable a las clases
medias. Los individuos que somos de clase media, porque ya ni
siquiera tenemos conciencia de clase trabajadora, somos los nuevos
ricos que nos tomamos las cervezas en los bares incapaces de luchar
por nuestros derechos, y que fácilmente podemos convertirnos en
nazis potenciales, incipientes fascistas con síntomas de patriotismo o defensores a ultranza de valores religiosos tradicionales sin ser practicantes.
La derecha autoritaria,
nacionalista y xenófoba, va penetrando como una mancha de aceite en
Europa, y aunque no lleguen a establecerse como régimen de partido
único, son la fachada de la variante moderna de la intolerancia y la
dictadura. Comparten rasgos comunes con los fascismos y movimientos
autoritarios del periodo de entreguerras: nacionalismo exacerbado,
desprecio por las libertades y derechos individuales, rechazo a la
libertad de prensa, racismo, machismo. Y sobre todo, el rechazo a un
principio fundamental de la democracia fundamental: la separación de
los poderes del Estado y la independencia de la justicia.
Cuando
en 1976 se le aprieta al juez eldense para que “se inhiba y se
quite de encima el expediente" aun sabiendo de todas sus
irregularidades, se está perpetrando el secuestro de la sociedad
civil que asiste desconcertada a esa cruel impunidad.
Hemos
de seguir creyendo en la democracia pero sin ser ingenuos, porque de
lo que se trata es de defenderla, luchando contra los nuevos
fascismos que están entrando en las instituciones en silencio, por
la puerta de atrás, disfrazados de corderos y llenando a la
sociedad de odio.