.libutton { display: flex; flex-direction: column;

Sunday 17 December 2023

EN TODAS PARTES VEO TU MANO : LA HERMOSA INDIFERENCIA QUE AGUARDA SER RECONOCIDA

¿Qué tienen en común Naira Kuzmich y Sarah Hall como escritoras? Las dos se preocupan por contar el mundo de forma enérgica, minuciosa y melódica, destacando los desconcertantes matices de la existencia. Naira tuvo que dejar de escribir a los 29 años; falleció en 2017. La tristeza de sus antepasados se quedó atrapada dentro, porque vivía en su lengua y se la tragó, como ella misma confesó en su relato On Grief: “Grief lives on the tongue, yes, but I had swallowed mine long ago”.

Naira Kuzmich vivió en Little Armenia, un barrio de Los Ángeles donde se asentaron muchos armenios escapando del genocidio que se conmemora el 24 de abril. En 1915 las autoridades otomanas dictaron una orden de deportación de la comunidad armenia que se convirtió en un auténtico holocausto con más de dos millones de muertos y finalizó en 1923. En realidad cuando esto ocurrió no existía la palabra genocidio, ya que este fue el primero de la historia. Lo denominaban Yeghern (crimen) o Aghed (catástrofe). Cuando Naira habla sobre la tristeza dice que su pluma no es una espada, sino una pala para enterrar porque el destino de su pueblo está grabado en los cuerpos de las mujeres y en la piedra negra de su piel.

La escritora armenia leía con atención a Sarah Hall, la escritora inglesa que es capaz de evocar con asombrosa precisión y elegancia paisajes que habitan entre lo natural y lo urbano, lo humano y lo animal. Los personajes de los relatos de Hall son supervivientes en los que los conflictos emocionales se pelean en el cuerpo humano que los habita. Las dos escritoras comparten una prosa de una energía envidiable, una capacidad para la descripción minuciosa que acierta de pleno y el oído musical que viene educado por la poesía.

                                                                   ***

Tres jóvenes de veintitantos que no llevaban camiseta fueron abatidos por las balas “por error”. Eran tres rehenes que portaban una bandera blanca. Uno de ellos era músico. Habían logrado escapar de Hamás pero no de la torpeza del imparable goteo de muertes de inocentes en que se convierten todas las guerras: esa hermosa indiferencia. Hermosa porque son jóvenes, niños, mujeres que tienen más de cándidos ángeles que de despreciables mortales.

En la silla del dentista me imagino cómo tiene que ser un hospital que no dispone de luz eléctrica, de agua corriente o de anestesia para las cirujías. Todo lo demás se convierte en trivial: las luces de navidad y las fiestas son más insoportables que nunca.

En un documental de cómo quedó Berlín en julio de 1945, recién acabada la guerra, aparecen los edificios destruidos, alguna gente en bicicleta, familias viviendo en casas donde falta toda la pared de un comedor que siguen utilizando casi a la intemperie. Un grupo numeroso de mujeres se dedica a recoger escombros pasándose de mano en mano pequeños cubos donde portan cascotes. No hay hombres porque o están muertos o encerrados en prisión. Las mujeres que trabajan por una mísera ración de comida al día se sorprenden con la grabación. Una de ellas mira y hace burla, riéndose del cámara o de los que miramos cómo está ahí, paseando su juventud y frescura en una situación límite de hambre, carestía y exterminio.

La vida continúa porque en todas partes está la mano de este arquitecto del universo que construyó el más preciado de los equilibrios para que viésemos cómo acababa estúpidamente roto sin poder hacer apenas nada para remediarlo.

In Everything I See Your Hand: Stories, by Naira Kuzmich, Editorial Uno Pr (2022)

The Beautiful Indifference: Stories, by Sarah Hall, Editorial Harper Perennial (2013)




No comments:

Post a Comment

Fingiré que no te has ido

  FINGIRÉ QUE NO TE HAS IDO Cuando me levante de madrugada buscando sacudir algún miedo que quedó enredado entre las sábanas. Cuando el...