Siempre quise leer a Alice Munro, conocida como "la Chéjov canadiense", autora de catorce volúmenes de relatos, varias antologías y una novela. Mientras me decidía a hacerlo, la autora recibió el Premio Nobel de Literatura en 2013. Desde entonces, se reeditaron muchos de sus libros en castellano. Yo quería leerla en inglés. Mientras me decidía a hacerlo, la hija menor de la autora la acusó de encubrir los abusos de su segundo marido hacia ella. Yo quería leerla en inglés y que no me afectase en la lectura lo que sabía sobre ella como mujer, que no era mucho, pero sí grave.
Entonces, encontré en la biblioteca pública, hace unas semanas, un volumen de Selected Stories (1968-1994) publicado por la editorial Vintage UK en 2015. Como tenía 700 páginas, elegí para comenzar un relato al azar: “Postcard”. Una mujer recibe una postal con noticias de un antiguo amante; se trata de un amigo de su madre, doce años mayor que la chica. El tal Clarence mantiene relaciones con la chica a sabiendas de la madre, para luego anunciar que se casa con otra. Me pareció muy cruel burlar así a la joven, que no estaba enamorada de ese hombre, pero que había consentido en darle algo muy íntimo. Me pareció ambigua la relación de las dos, la madre y la hija, con ese amigo mutuo. No sé, no me dejó buen sabor de boca.
El segundo relato que leí se llamaba “Wild Swans” y era muy fuerte también: una mujer llamada Rose se sube a un tren donde un supuesto ministro de la iglesia le mete mano por debajo del periódico mientras a ella parece no importarle, experimentando algo parecido a un orgasmo por todo lo alto como un cisne salvaje que echa a volar en una experiencia extraña con alguien a quien no volverá a ver nunca más en su vida.
Eso era la desgracia, eso era la miseria humana. Qué tiene de malo, nos decimos en momentos así, qué tiene de malo saciar nuestros apetitos, cuanto más bajos mejor, llevados por la fría ola de la sordidez, del abandono. La mano de un extraño, o las hortalizas, o los humildes utensilios de cocina sobre los que se cuentan chistes; el mundo desborda de objetos con apariencia inocente listos para ofrecerse, traicioneros y serviciales. Rose procuró controlar la respiración. No se lo podía creer. Víctima y cómplice, …
A esas alturas, yo ya estaba bastante escamada. Esta mujer escribe sobre sexualidad femenina de forma un tanto sórdida. ¡Qué casualidad y qué mala pata aquel incidente que tuvo con la más pequeña de sus tres hijas!
Así que elegí un tercer relato, también al azar, para dar otra oportunidad y saber qué pensar de todo esto, para decidir si Munro me había decepcionado como mujer, porque como escritora estaba claro que no lo había hecho en absoluto. Todo lo contrario. Todavía me quedaba pendiente de resolver ese sabor agridulce del retrato que me daba la sensación hacía de las mujeres.
Y me fui a un relato cuyo título me gusta mucho “Something I've been meaning to tell you” y que se tradujo como “Algo que quería contarte”. El título es muy sugerente. El relato trata sobre los secretos que se guardan. Es la historia de dos hermanas; Et y Char, y la compleja relación que se da entre ellas, sobre todo desde la muerte temprana del hermano más pequeño de ambas. Al final, parece una narración escabrosa en la que una de las hermanas, Et, la fea, le quita el marido a la que es más atractiva, Char. Al final, no sabes ni qué pensar de esas mujeres que parecen estar compitiendo por la atención masculina.
Llegado a ese punto, pues me empiezo a enfadar, porque se me queda el cuerpo un tanto revuelto. Sobre todo cuando Alice Munro, ante la denuncia de su propia hija y al haberse decantado por su segundo marido, escribió una carta donde decía que veía a su hija como una rival sexual, no como una víctima de abusos sexuales.
Y en algún lugar alguien dice que “nuestra horrorizada repulsión colectiva hacia Munro proviene de la pesadilla de confrontar a nuestro peor yo” y que “eso forma parte del placer de la ficción gótica: entregarse a narraciones imaginarias depravadas ancladas en un amor obsesivo.”
Al final, me relajo un poco, Munro escribe sobre lo que mejor conoce, y es que la autora, pienso, bien podría haber sido otra más de esos extraños personajes femeninos que retrata.
Alice Munro se casó en 1951. Tenía veinte años. El regalo de cumpleaños de su primer marido fue una máquina de escribir con la que comenzó con sus relatos. Era un ama de casa que escribía con una pluma privilegiada, ¡menudo talento tenía esta mamá escritora! A los 26 años ya tenía dos hijas: Sheila, nacida en 1953, Catherine, que falleció el mismo día de su nacimiento en 1955, y Jenny, nacida en 1957. Nueve años después, tuvo otra hija, Andrea, en 1966. Ese mismo año, la escritora lo recordó como el principio del fin de su primer matrimonio.
En 1976, Munro se casó con otro hombre, al que definió como el verdadero amor de su vida. Ese mismo año, este segundo marido agredió sexualmente a su hija más pequeña. Dieciséis años más tarde, cuando la escritora conoció los abusos, abandonó a su segundo marido, pero no para consolar a su hija Andrea. Alice se sintió humillada y traicionada personalmente, e hizo que toda la familia estuviese pendiente de ella. Este hombre acusó a la hija de Alice de seducirlo y luego convenció a la propia Alice para que regresara con él. Después vino la conspiración del silencio.
Andrea Robin Skinner, la hija más pequeña de Alice Munro, publicó un testimonio desgarrador en un periódico canadiense el pasado mes de julio de 2024, cuando habían pasado dos meses después de la muerte de su madre en mayo de ese mismo año.
En fin, esto no es ficción, ¡ojalá lo fuera porque es bastante perturbador! Nos toca enfrentarnos al monstruo de la realidad.
Un munro es una montaña escocesa con una altura por encima de los novecientos metros. Reciben ese nombre por Sir Hugh Munro (1856-1919), quien elaboró la primera compilación de un catálogo de estas colinas, conocido como las Munro's Tables (las tablas de Munro), en 1891.
Munro destaca en la lejanía como una de esas colinas, una extraordinaria escritora de relatos cortos, referente imprescindible de lo que se puede llamar el gótico del sur de Ontario, con personajes femeninos intrigantes y precursora, junto a Eudora Welty o Jean Rhys, de un universo femenino en el que lo que se reivindica es la libertad personal de las mujeres a la hora de afrontar sus propias vidas. Debajo de esa primera capa de tristeza y soledad, el lector comienza a entrever un mundo interior lleno de matices, como el de la propia vida de Alice Munro.
El gótico, ese género que tiene como autoras destacadas a brillantes escritoras como las hermanas Brönte, Daphne du Maurier, Anne Radcliffe o Mary Shelley, es el paisaje de fondo en el que se inscribe la vida y obra de Munro. Aparecen secretos familiares que acaban en tragedias, infancias erotizadas, o madres muertas que se convierten en fantasmas.
¡Qué bien escribe Alice Munro, qué bien casan sus relatos con su propia vida y qué desasosiego produce pensarlo!
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