Jeremy es un humano
prisionero de las filas de los Hablantes que, junto a los Cantores,
ensayan la Actuación con el señor U.
Este autómata emocionado que vibra de forma autónoma en una distopía de
desmemoria histórica, nos hace aflorar algo de nosotros mismos que reconocemos,
como besarnos la mano con avidez (y mordisco) de la que penden
nuestros hilos de títere.
En una asombrosa
representación de la última batalla de la Guerra de Secesión del
general Custer contra los indios norteamericanos, épica Iliada de los estadounidenses, el escritor norteamericano
George Saunders nos muestra con crudeza la furia de la dominación y
de la guerra. El poder del que posee el relato. Fascinante
enamoramiento fatuo. El último prurito de honor y de
restablecimiento del orden. La apasionada tergiversación de la
realidad.
“Parece que la paz no
es la intención general de la humanidad, aunque haya momentos (en el
amado hogar, en el corazón individual) en que puede parecer que lo
es”. (George Saunders, El día de la liberación, pág. 60)
En el mismo día,
acunada por el vertiginoso movimiento del tren de alta velocidad,
descubro a la elegante escritora francesa de origen turco Elif
Shafak: “El deber de los escritores es narrar los silencios que
deja la Historia”. Ya estoy deseando leer algo suyo.
Creo en un ángel de la
guarda espiritual que va -aparentemente por libre- haciéndome
tropezar con lecturas selectas, como un bibliotecario con mucho
enfoque y buen gusto me sugeriría.
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