Si tuviese que describir los poemas que llegaron a conformar en 2020 La
vida inacabada diría que pertenecen a un tipo de poesía
exploratoria que se ha denominado “orgánica” (Levertov,
1985): la poesía como forma de llegar a reconocer lo que percibimos, como ejercicio de autopercepción.
Gerard Manley Hopkins
acuñó el término “inscape” (paisaje interior) para denotar la
forma intrínseca, el diseño de características tanto en objetos
singulares como en objetos que se encuentran en relación entre sí,
y el término “instress” (énfasis o tensión exterior) para referirse a la experiencia de la percepción del “inscape", su
nivel de apreciación.
Estos términos, que G.M.
Hopkins utilizó principalmente en poesía en relación a fenómenos
sensoriales, incluyen también la experiencia intelectual y
emocional.
En la poesía orgánica,
el movimiento métrico, la medida o las palabras son expresión
directa del movimiento de percepción: no se trata de imitar los
sonidos de una experiencia, sino el sentimiento de una experiencia,
su tono emocional, su textura. La poesía orgánica se diferencia del
verso libre porque no está escrita con el deseo de evitar la forma,
sino con la intención de expresar la emoción incipiente tan
puramente como sea posible. Los ritmos peculiares de las partes
ayudan a describir el ritmo del todo.
Por otra parte, los poemas de La vida
inacabada siguen, modestamente y sin haber sido plenamente consciente de ello
cuando los escribía, el legado de la poesía confesional
norteamericana, la de Anne Sexton, Robert Lowell, Sylvia Plath o John
Berryman, sin olvidarme del gran Allen Ginsberg. “La poesía
confesional se diferencia de la poesía romántica en la candidez, la
microscopia de detalle y la densidad psicoanalítica con la que el
poeta se revela, desvelando temas clínicos o privados sobre sí
mismo” (Iriarte, 2004) El gran tema de esta poesía está en el yo,
la autoexploración, el examen de uno mismo en relación a la propia identidad -en mi caso- esa identidad que te roba el dolor por la muerte violenta e inesperada de alguien cercano, como cuando Anne Sexton dice: “siento el noviembre del cuerpo”
(I feel the November of the body). Los confesionales no buscan
complacer ni encantar el buen gusto, sino dar rienda suelta a su
imaginación y a sus pasiones agitadas buscando su genuina identidad.
Hay un rasgo que los caracteriza y que creo que en mi caso está
presente que es el hecho de mirar directamente a la muerte como se
mira a la luz cegadora del sol, sabiendo que esa mirada puede herirte
pero no por ello vas a dejar de hacerlo.
Esta forma de entender la
poesía fue también un rasgo de los poetas visionarios del romanticismo como
Blake, Byron, Shelley o Keats. Parece ser que William Blake, hijo de un zapatero, cuyos poemas son experiencias divinas y
alucinantes donde se incluye textos, grabados e ilustraciones de gran valor, regularmente veía
a Dios, a los ángeles y demonios. y hablaba con el espíritu de
su fallecido hermano Robert. Su esposa Catherine comentó una vez:
“Veo a mi esposo muy poco, siempre está en el paraíso”(Paul
Glynn, 2021)
Esta poesía visionaria de
sagrado descubrimiento (que difiere en su planteamiento del surrealismo o del recurso de las imágenes oníricas) está detrás de la primera producción poética de
Dylan Thomas (ver mi tesis) y al fundirse con la experiencia de la
enfermedad y la muerte de su padre, consiguió que sus versos se llenasen de gran fuerza
expresiva y plasticidad. Sus poemas se hicieron, literalmente, de
carne y hueso.
[Songs of Experience, William Blake]
En los poemas de La vida inacabada (2021) están muy
presentes los objetos. Cuando se habla de los objetos en la poesía
confesional, la función que tienen es la de revelar un proceso de
descubrimiento que se ha denominado la “falacia patética”
(pathetic fallacy): las cosas inertes no solamente se vuelven cosas
vivientes, sino que además pueden llegar a ser revelaciones,
epifanías, relaciones con el sujeto, el yo. Por ejemplo, en el poema XXVIII titulado “El reflejo”, el espejo representa tanto la
separación con respecto de los otros como la búsqueda de la
identidad desde una percepción de la realidad que lo único que
devuelve son imágenes distorsionadas.
Hay una revelación que
parece proceder de las palabras que se enmarcan en un discurso que
crea las convenciones del propio texto en tanto que poema. Como poeta, te conviertes en analista de tus propias emociones que revives desde
la visita al terapeuta (Diana terapéutica), la salida del hospital
(el olor de la desinfección en el box/ se cuela en el bolso de mano)
o la imagen en blanco y negro de tu propio caminar hacia una tumba con un revólver cargado en el
bolsillo como si estuvieras viviendo un western.
Cuando estaba inmersa en
el proceso de escritura de La vida inacabada aquel final de 2019 precisamente se publicó el álbum Ghosteen que el
cantante Nick Cave había compuesto en memoria de su hijo Arthur de
15 años, que murió víctima de una caída desde los acantilados de
Brighton. Entendí que yo estaba llevando a cabo un proceso semejante al suyo. Comencé a indagar sobre el tema de cómo
puede la poesía (en su caso las letras de sus canciones junto a la
música) ayudar a sanar en un duelo tan cruel. De ahí nació el artículo titulado Poetry imagery of
grief and loss after suicide: The process of rebirth in Nick Cave's
Ghosteen lyrics. Además de aprender que existe una base neurológica en la que se constata que la metáfora regenera las funciones cerebrales dañadas tras la experiencia de un shock postraumático, entendí que la poesía nos permite también expresar aspectos
que pueden ser tabú en nuestra sociedad.
Todos los elementos/imágenes que
apelan a los sentidos y el significado que adquieren en una obra poética se
denominan “imagery” (conjunto de imágenes) y se basan en términos del
lenguaje concreto que se utilizan para hablar de estados de ánimo. La asociación de
esas imágenes recrea un estado anímico: (Los aromas estaban/y
están, sigues en ellos/ o en la imaginación/de saberte envuelta en
ellos).
Si tuviera que hablar de
la tipología de imágenes y principales temas que aparecen en el poemario La vida
inacabada destacaría:
1- Términos clínicos
referidos a enfermedad mental – eutimia, euforia, labilidad emocional, autolisis, el insomnio, la percepción engañosa de la realidad,
2 - Términos sensoriales –
vista (otros ojos), oído (Euterpe tocando el arpa), tacto (las
manos, el cabello), olfato (aromas de las especias mientras se cocina)
3 - Climatología como
expresión de altibajos anímicos -borrasca, tormenta, viento que lo destruye todo a su paso
4 - La arbitrariedad del deporte (como en la vida) donde conviven grandes logros (Armand Duplantis, La maratón de Valencia) y
grandes pérdidas (Kobe Bryant, atletas jamaicanas que son descalificadas por su salida en falso)
Los poemas tienen también
una importante base de “storytelling”, es decir, poseen en su mayoría un
desarrollo narrativo: mencionan lugares concretos (las islas Galápagos, la colonial
Olinda, el país africano de Gambia), el mito de Diana y Acteón: (el ciervo amenazado, la gacela
herida), la niña-yo de la infancia que siente/presiente cosas que van a
suceder o sucedieron.
El paper se
presentó por zoom (en pleno confinamiento ya que ninguno de los participantes pudimos
viajar a Oxford) el mismo día en que mi padre hubiera cumplido ochenta y dos años. Fue emocionante. En ese encuentro en el que estuvimos enzarzados un fin de semana completo hablando única y exclusivamente de poesía, nos invitaron a declamar
poemas y elegí leer tres de La vida inacabada que traduje a
propósito al inglés ("Tightrope Walker", "Therapeutic Target" y "601216586"). El texto se ha publicado como capítulo de libro:
Chapter
XXVI,
en Music,
Poetry and Language:Sound, Sight and Speechin Comparative and
CreativeConnection Edited
by Konrad Gunesch ISBN: 978-1-9196138-0-2 978-1-9196138-1-9
(eBook)
y puede leerse completo
en el siguiente enlace
Creo que estas pautas pueden ayudar en la comprensión de este poemario que para mí ha sido, en todos los sentidos, una gran experiencia y un precioso regalo.
El libro está disponible en la página web de la editorial Cuadranta y en librerías.