Qué difícil me resulta ser honesta
con mis necesidades. Soy capaz de disfrazarlas, justificarlas,
conseguir eficazmente que se desvanezcan en un “no importa, tampoco
es para tanto”.
Y no es así. Cuanto más me disuelvo
en las necesidades y exigencias de los otros, más incompleta me
siento, menos me reconozco.
Creo necesitar muy poquito para vivir,
respirar, sentir, comprender, amar. Entonces ¿por qué me difumino
en algo que no es? Sigo aprendiendo a ser feliz con lo que encuentro,
con lo que me depara la vida. Ensayo ese deseo a no aferrarme, a
dejar pasar, a no tener en cuenta. Me falta la asertividad, que
solamente encuentro en el tesón del trabajo, para encontrarla en
algo que reconozco como yo misma en el día a día.
Necesito aliento aunque sea de distinta
calidad al que profeso. Un pedacito de lealtad, un estoy aquí para
lo que necesites. Esa mano amiga.
Necesito sentir que los días no
transcurren en vano, que existe algo de magia en la intención de las
palabras, los lugares, las personas, los acontecimientos que me
suceden. A veces, necesito sentir un poco de control: sentir que soy
yo la que procura los precisos momentos de dicha, aunque sepa que es mentira.
Necesito estar en paz conmigo misma
para poder seguir sintiéndome libre.
Necesito expresar la emoción que me
produce el soplo de encontrarme viva.
Alejandro Jodorowsky tuiteó el 19 de
junio de 2019 a la hora del aperitivo «Lo
confieso: necesito muy poco, pero ese muy poco lo necesito mucho».
En unos minutos, Clara E. le replicó «Cada
día necesito menos cosas y las pocas que necesito las necesito
menos. San Francisco de Asís»