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Wednesday, 26 May 2021

No es casualidá

Que las cosas pasen o no pasen a estas alturas no es casualidad. En la calle, en las urnas, en las noticias, las cosas no pasan porque sí. Y sin embargo, no recordamos la sonrisa pícara con esos ojitos embaucadores que miraban nada menos que a Millán Astray, cantando al Madrid de la cochambre de Largo Caballero y de Negrín, el Madrid de los milicianos que tanto sufrió y sufriría en los años de la posguerra y de los represalidados. La intención de tirar a los comunistas de Madrid de esa Isabelita que luce como la mismísima Celia Gámez del chotis no es casualidad. Ya no nos sorprende que alguien desde Vox lo recordara ¡Ya hemos pasao!. Si, son ellos. Lo pensamos los que conocemos ese momento tan garboso y cruel cuyo metraje ha quedado grabado más en YouTube que en la memoria colectiva. Cuando lo vi por primera vez, sentí un tremendo ahogo en el pecho y lloré de pronto, pensando en todas las tragedias que iban a llegar después, en todas las desgracias que les iban a sobrevenir a las familias humildes que habían luchado en el bando que perdió la guerra.

Salimos de un año duro de virus, de pensar que se nos iba todo a la mierda. Hemos perdido muchas libertades, y una pérdida aún mayor, la de una generación casi entera que recordaba esos años, hijos y huérfanos de represaliados por el franquismo, como lo fue mi padre, que se los ha llevado por delante un virus. Así, perderemos todos la memoria y no recordaremos la sangre que injustamente se derramó y cómo se fueron muchos otros de rositas mientras esto sucedía. Hay una idea sobre el karma un poco estúpida que dice que el universo hace su trabajo para ajustar las cuentas, que todo se recoloca en su sitio. Me encantaría pensar que es cierto, pero me temo que no es así.

En mayo de 1941 llegó a Alicante una delegación de las juventudes hitlerianas femeninas. Hace ochenta años, pero eso da igual porque la historia, de una forma u otra, se repite, por eso hay que prestarle atención. Unas cuarenta chicas rubias afiliadas al partido nazi se pasearon con mínimos vestiditos e impecables piernas en lo que sería un espectáculo para la población normal y corriente en plena hambruna de posguerra y con la iglesia rancia de por medio que no sé cómo permitía que desfilaran con tan poca ropa esas señoritas por toda la provincia,  por Elche, Benidorm, Calpe, Orihuela y Alcoy. Consta en el recuerdo que tomaron un cóctel de despedida en el casino de la Explanada tras un espectáculo folclórico en el Paseíto de Ramiro. Hitler pedía ayuda intentando aparentar que no la necesitaba, artimaña que funciona muy bien en política.

 

Lo que más me impresiona de la noticia no es la imagen en sí, que ciertamente contrasta con esa España tan triste que recordamos en las imágenes que conocemos de la posguerra, ni la noticia en sí, aunque es bien divertida. Es una historia marginal que se menciona, la del cónsul alemán Von Knobloch en Alicante. Este señor fue agasajado por todo lo alto reforzando su posición política en el ayuntamiento ¡hasta una plaza pasó a llamarse con su nombre! Cuando Alemania perdió la guerra, el cónsul perdió su cargo, también su plaza. Hasta ahí todo bien. La anécdota es que, como dice la noticia de David Rubio en Aquí en Alicante (nº48, mayo de 2021)”acabó sus días en Conil de la Frontera, provincia de Cádiz, donde abrió un camping”. ¡Achavo cabrón! Perdonad, pero me sale así. Mi abuelo no pudo regentar nunca un camping porque no le dejaron ni con vida para poder disfrutar de mi padre. Esa es la diferencia. Ellos vienen, se van, hacen, deshacen, vuelven a estar presentes, nos vejan, nos lían. Y no es casualidá. ¡Ni chotis ni hostias!

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