Este fin de semana de puente sin grandes viajes nos hemos escapado a la miniserie The Undoing (2020). Ver a Nicole Kidman, ese metro ochenta de mujer tan bien aprovechada, tan fina y además, maravillosa actriz -no puedes quitar los ojos de ella- vistiendo prendas inolvidables mientras camina por el Central Park y las calles colindantes ya vale la pena por sí mismo. Poder visitar esas casas que nunca habíamos podido imaginar que existieran en Nueva York donde el colorido de las paredes, los suelos y las piezas de mobiliario están en consonancia con las vidas que llevan sus moradores. Visualmente es una serie fantástica, como muchas otras.
Y la historia... La historia se repite una y otra vez en muchas otros relatos de violencia de género. La realidad en ocasiones supera a la ficción. Ayer me desperté del pestañeo de siesta en el sofá aterrorizada con los detalles de la noticia de la violenta muerte a cuchilladas de Cristina Blanch Mortes, la última víctima de la violencia de género, a manos de su novio, Alberto L.H., profesor de criminología, ética y no sé qué otras cosas en la Universitat de València. Compartían vivienda en el barrio de L'Eixample de Valencia donde fue la madre de Cristina la que la encontró. A pesar de que los detalles de cómo se cometió un asesinato muchas veces lo dicen todo, no voy a entrar en el caso de Cristina. Es sórdido y triste. Pero sí que hay que hablar de ella. Era una chica muy brillante y preciosa ¿Cómo no advirtió señales?. Sabiendo más puede ser que estemos más cerca de erradicar de una vez por todas esta lacra que nos está minando la moral.
Lo que me desconcierta de la violencia de género es cómo personas normales y corrientes llegan a ese extremo salvo que ya fueran siempre así y nunca se les hubiera desenmascarado.
En un curso por zoom sobre salud mental con motivo del 25N se habló sobre cómo una mujer en una relación puede caer en darlo todo y no ver dónde comienza el maltrato. Y se habló de algo muy importante: ellos son socialmente adaptados. Son el señor que ves tan amable en el ascensor o en la panadería.
Donald Sutherland, que está soberbio, le dice a su hija Grace/Nicole, en un momento de la serie algo así como: “Tú siempre sabes ver a la gente a la legua, eres muy lista para eso (ella es una eminente psicoanalista) y esto ¿tan ciega estás que no ves?” Vemos lo que nos encaja ver. No vemos venir porque estamos inmersas.
Lo más espeluznante de estos casos no es el crimen en sí, sino la saña con la que se cometen y sobre todo la sangre fría con la que intentan escapar de ser acusados cuando ya todo en sus vidas va cuesta abajo. The undoing es la perdición, la caída, la ruina de alguien o algo. El abogado y profesor de la UV escapó por una ventana para despistar y se inventó un supuesto robo... Su novia no fue encontrada hasta el día siguiente.
¡No hay ningún tipo de sufrimiento por el daño ajeno, no hay arrepentimiento! Es todo cuanto debemos recordar que es así, sin intentar entenderlo.
El 016 es el teléfono para las víctimas. El 112 para los testigos de algo que vemos cerca y que no nos cuadra.
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