VIEJO MUNDO
De madrugada, rugen las bombas.
Los señores de la guerra
tensan los finos labios de la indiferencia
mientras riadas de almas
vagan por la ciudad, sin rumbo,
hacinándose bajo la tierra.
Un alud de tristeza
se ha apoderado de Ludmila,
que llora sola, huérfana,
su anhelo de paz.
La guerra huele a caca de niño,
a desconsuelo,
a comida enlatada,
a cansancio,
a negra pena.
¿Quién? ¡díme tú! ¿quién
le devolverá la alegría?
-- Lola Alemany
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