El vestido largo comenzó a arder en las llamas de la hoguera en mitad de la noche como si su corazón desbordado hubiese comenzado a lanzar el fuego que mantenía dentro. Al verla así, entendió perfectamente cómo se sentía, y la ayudó para que poco a poco se reconociese en su tormenta. Bretaña francesa, 1770. Portrait de la jeune fille en feu (Céline Sciamma, 2019). El amor más puro es el del artista que admira la corporeidad y el alma de su modelo. El amor es verse reflejado en los ojos del otro, encontrar algo de calma en la angustia vital, entender el sentido de muchos versos perdidos.
A Matilda le asignaron su nombre mientras el destino la dejaba caer en la isla Bouganville, la mayor de las Solomon Islands (Papua Nueva Guinea) en medio de una guerra civil que sucedió en los años 90. Solamente el recuerdo en su imaginación de Pip, el personaje principal de la novela Great Expectations, consiguió transmitirle la fuerza necesaria para encarar las terribles pérdidas de sus referentes más cercanos: Mr Watts, su maestro, el único blanco de la isla que bien podría representar a Charles Dickens, y su madre Dolores, una mujer de fuerte carácter y principios. Matilda se queda huérfana de esos dos afectos principales, igual que le ocurre a Pip tras la muerte de sus padres.
Estamos hechos de historias. Las necesitamos. Un personaje que sabemos es ficción puede, sin darnos cuenta, ayudarnos a entender y sobrellevar la áspera realidad. Por eso, no dejaremos de contarnos historias.
[source: Pip and Joe on the marshes, by John McLenan, Great Expectations, Public domain]
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