Escribo hoy sobre tres mujeres con las que me he topado esta semana y que me han dejado secuelas por su gran personalidad: Leila Slimani, Susan Sontag y Gertrude Atherton. El hecho de no poder optar por ninguna de ellas en particular, me ha llevado a pensar en un adjetivo que las caracterizase a las tres, habiendo escogido finalmente el de “poliédricas”. Sus biografías, los retazos de sus vidas y la variedad de registro de sus obras, ofrecen tantos prismas como el estilo y porte singular que las caracteriza. Son intelectuales de tomo y lomo, mentes rebeldes, de enorme potencia y elegancia máxima en blanco y negro sin necesidad de autoproclama.
Canción dulce (Chanson douce, 2016) es un relato espantoso escrito con una exquisitez y limpieza de estilo extraordinarios. La segunda novela de Leila Slimani (Rabat, 1981) narra la perturbadora historia del brutal asesinato cometido por Louise, una niñera junto a la que diseccionamos París con un bisturí, asistiendo estremecidos al horrendo espectáculo de una sociedad clasista y decadente, en línea con el recuerdo que tenemos de Víctor Hugo, ese París que nos sigue atrayendo tanto.
A propósito de Susan Sontag (Regarding Susan Sontag, 2014) es un documental de Nancy Kates que pude ver a través de la plataforma Filmin y que me parece de gran valor. Poder conocer un poco más a este importante icono de su generación a través de imágenes y testimonios te deja entender el temperamento apasionado y la gran sensibilidad de Susan Sontag (1933-2004), una mujer a la que no le hubiera importado seguir viviendo intensamente hasta cumplir cien años.
Por no plantear la lectura de un relato de Edgar Allan Poe para la jornada lectiva de Halloween, estuve indagando en un listado de los diez relatos de terror más impresionantes de todos los tiempos. Destacaba la historia The Striding Place (1896) de la autora estadounidense Gertrude Atherton (1857-1948). Ahora estoy aterrorizada de pensar en la pelea de los alumn@s con el texto, que espero aprendan a aligerar con alguna fórmula, y preparando ideas al respecto descubro que esta señora fue educada por su abuelo materno, pariente de Benjamín Franklin, que se encargó de su educación al separarse sus padres cuando ella tenía dos años. El abuelo le insistió en que leyera mucho y bien, y está claro que le influyó mucho y muy bien. ¡Olé por esos abuelos!.
Y con estas tres mentes de cristales geométricos repletas de infinitas lecturas tengo el gozo de finalizar octubre, con el estímulo inenarrable de haber coincidido con ellas.
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