My head is bloody, but unbowed.
INVICTUS (Willian Ernest Henley)
[Bajo los golpes del destino,
mi cabeza ensangrentada jamás se ha postrado.]
La película As Bestas (2022) está dedicada discretamente al final de la cinta “A Margo”. Margo Pool sigue viviendo en una aldea orensana llamada Santoalla. En 1997 ella y su marido, Martin Verfondern, un holandés de origen alemán, marcharon a vivir a aquel recóndito lugar donde solamente había unas pocas casas. Al principio se llevaban bien con sus vecinos: la familia Rodríguez. Sin embargo, a raíz de las desavenencias que se produjeron en torno a la venta de unos pinos, la convivencia se truncó. Martin comenzó incluso a temer por su vida y eso le llevó a poner cámaras en su casa. Rodrigo Sorogoyen se inspiró libremente en esta historia real para recrear la suya, y rinde homenaje a la verdadera protagonista de la acción: Olga, interpretada por la actriz francesa Marina Foïs.
As Bestas es mucho más que un thriller rural; es la historia de una pequeña gran mujer que toma una decisión, así lo supo ver la guionista Isabel Peña, que ha trabajado conjuntamente con el director en este y en otros numerosos proyectos. Olga (Marina Foïs) tiene que seguir adelante en un entorno hostil, rodeada de violencia, de pie, con la misma firme actitud con la que cava la tierra y mira hacia el horizonte, bella en su profunda determinación. Las bestias, como comenta Tamara Vázquez en su reseña de la película para la revista Expansión (11/11/22), son “dos bestas de la interpretación femenina: Marina Foïs y Marie Colomb, que dan vida a madre e hija y que cobran un destacado protagonismo en la segunda parte de la cinta”. Reconozco el gran papel de la hija, pero me quedo, definitivamente, con el papelón de la madre.
El personaje femenino de As Bestas me recordó mucho al personaje de Bittori, la mujer de Txato en la novela Patria, de Fernando Aramburu, también magistralmente interpretada en la serie televisiva por la actriz Elena Irureta.
¿Qué me atrapa de estos personajes femeninos? Su determinación de seguir en pie ante una injusticia flagrante es más desgarradora que el grito de dolor más intenso que alguien pueda proferir. El suyo es un silencio contenido, ensordecedor, que resuena insistente ante el silencio contumaz de los que perpetraron la barbarie. Poseen una dignidad inmanente, inamovible, enternecedora.
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