Es una de las frases que articula Nora,
una de las cuatro protagonistas de la novela Las herederas que
ha publicado recientemente la joven escritora bilbaína Aixa de la
Cruz (Alfaguara, 2022).
“Igual la locura es así, algo que se conceptualiza como un mal privado cuando, en realidad, siempre es compartido, una afección grupal. Lis carga con el diagnóstico, pero la enfermedad es de todas”, dice en otra ocasión Erica.
Sin darse cuenta, entre las cuatro (quizá debería decir las cinco, porque la abuela Carmen es la que las ha reunido allí), van ilustrando un escenario de violencia sistémica que te pone los pelos de punta.
Esta novela no es fácil. Con ese título un tanto “vintage”, te das cuenta poco a poco de que lo ha entresacado de una de las novelas de Henry James, maestro de la descripción del juego de las apariencias, pensando más bien en Otra vuelta de tuerca. El sórdido desarrollo que tiene en las primeras ciento y pico páginas ¿o eran doscientas? te pone de mala uva, al menos a mí. Es imposible saber más de malos rollos, adicciones y fármacos. Me inquieta esa casa con tantas mujeres a cada cual más rara. Luego, conforme avanzo, me doy cuenta de que éso es precisamente lo que busca esta chica tan inteligente: perturbarnos profundamente, sacarnos de nuestras casillas. Sin embargo, hay un giro muy bueno relacionado con unas semillas de estramonio, que no debo relatar y que consigue que Olivia, la que quiere controlarlo todo desde la lógica y con la que yo más me identificaba en un primer momento, salga de su zona de confort y se de cuenta de que entrar en esa situación de indefensión va a ser lo que le permitirá empatizar con el resto. A partir de ahí fui entendiendo un poco más el planteamiento inicial.
Me fastidia la etiqueta de la enfermedad mental en el contexto de género. Mucho. Me tocó aguantarme. Me alegro de haberlo hecho, porque eso me permitió llegar al final de la novela y darme cuenta de que el desenlace es positivo: ellas comienzan a comprenderse mejor, bajan la guardia, y en ese acto de compasión, sanan.
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