au profit de gens qui se connaissent et ne se massacrent pas.
-- Paul Valéry
Las guerras son siempre crímenes, antesalas del infierno. Nadie en su sano juicio puede desearlas. Lo que deberíamos es aprender a odiarlas profundamente para que no lleguen a suceder.
Cuando tenía quince años supe de la masacre de My Lai en Vietnam cuando un compañero del instituto, Miguel Montero, que se quedó obsesionado con la historia, quiso que yo también la conociera. Me dejó un librito con el título My Lai-4 (se pronuncia “mi lai”). La guerra del Vietnam y la conciencia norteamericana. El libro se publicó con la editorial Grijalbo en 1971. Su autor, Seymour M. Hersh, periodista de investigación y escritor político, ganó un Premio Pulitzer con él. Me impactó la lectura de ese libro. Creo que los jóvenes lo deberían leer en clase de historia.
El 16 de marzo de 1968, una unidad militar del ejército de los Estados Unidos al mando del teniente Calley iniciaron una operación en busca de vietcongs (facción comunista de Vietnam del Sur). A lo largo de cuatro horas se produjo una carnicería que solamente se detuvo cuando, desde helicópteros al mando del oficial Thompson, bombardearon a los propios norteamericanos para que dejaran de asesinar civiles. Aquello fue dantesco. Más de quinientos civiles, en su mayoría mujeres y niños, totalmente indefensos, fueron asesinados brutalmente.
No hubo cobertura de prensa de la masacre hasta que Seymour Hersh emitió la noticia el 13 de noviembre de 1969. Un exfotógrafo del ejército publicó fotos una semana más tarde. Hay un total de 124 fotos a las que podéis tener acceso desde los archivos de Getty Images
La masacre de My Lai no fue la única matanza cometida por las fuerzas estadounidenses, pero fue la que más escándalo provocó en Estados Unidos y el mundo. Thompson declaró contra Calley, que fue juzgado y condenado, aunque solamente permaneció tres años bajo arresto domiciliario y después fue indultado por el presidente Nixon.
El historiador francés Jacques Semelin, en su libro Pensar las masacres (2004), intenta desentrañar un fenómeno tan desconcertante como las masacres, donde hay una asimetría total de fuerzas físicas y una atrocidad injustificable en la forma en la que se han cometido los crímenes. Pero hay una reflexión muy interesante: pueden existirantipatías culturales o étnicas sin conducir jamás a una masacre.
El teniente Calley resultó ser un oficial poco preparado y no apto para el mando. No lograba ascensos ni condecoraciones, y como no supo aguantar los argumentos de sus superiores, decidió cometer una matanza y poner los asesinados como enemigos abatidos. Sin embargo, él solo no cometió aquellas bestialidades.
El sociólogo francés Yvon Le Bot plantea la dimensión patológica de la masacre a partir de un estudio de caso en una aldea de Guatemala. Un superviviente contaba : “los soldados estaban como locos, comen, cantan, ríen, mostrando su insensibilidad. Y llevan a cabo lo que llama rituales extraños con los cadáveres”. Hay un componente de exceso que nos resulta imposible comprender, lo que la investigadora española María Victoria Uribe definió como “La antropología de la inhumanidad”, título de su ensayo interpretativo sobre el terror en Colombia después de haber estudiado más de doscientos casos de masacres.
¿Por qué he elegido hoy este tema? Porque desde el principio de la guerra de Ucrania no me he querido exponer a noticias tristes. Sin embargo, el viernes por la noche me llevé a la cama las imágenes de la matanza de Bucha de la que ahora se cumplirá un año: civiles con las manos atadas a la espalda, asesinatos a quemarropa... y en fin... que la sensación que me quedó es de una terrible impotencia. Ni siquiera me alivia pensar que la vicepresidenta Kamala Harris, que llegó a ilusionarme en las elecciones norteamericanas, me parezca ahora penosa acusando a Rusia de crímenes de guerra y tal y tal...
A Seymour M. Hersh se le considera el último gran periodista americano, el “penúltimo mohicano” lo llaman. Nacido en Chicago en 1931, se sitúa en la vanguardia del periodismo de investigación desde 1970. El fue el primero en informar sobre el espionaje de la CIA contra los activistas que en EEUU se oponían a la guerra de Vietnam, sobre los bombardeos en Camboya, sobre la intervención de la CIA contra Salvador Allende en Chile, sobre las torturas de la cárcel iraquí de Abu Ghraib, sobre la inexistencia de armas de destrucción masiva en irak, sobre la manipulación en el supuesto uso de armas químicas por el gobierno sirio.
Y en el conflicto con Rusia, pues también “está poniendo el dedo en la llaga”, como bien dice el periodista de la publicación digital Rebelión. Roberto Bueno. De nuevo, Seymour Hersh es el que ha denunciado el hecho de cómo se planificó la destrucción de los gasoductos Nord Stream desde diciembre de 2021, meses antes del inicio de la operación militar de Rusia en Ucrania, si queréis podéis continuar leyendo porque no tiene desperdicio.
La comunidad internacional debe exigir a la Casa Blanca una explicación seria y no un simple rechazo a la acusación que la relaciona con este sabotaje. No debemos permanecer ajenos a todo lo que está ocurriendo, aunque sea solamente por defender a todos los inocentes que no han podido alzar la voz.
Aznar fue un ca*** que casi nos metió en la guerra de Irak; bien, pues este killer de Sánchez no nos está salvando de nada, está claro.
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