“Hoy por fin soplo con todas mis fuerzas para apagar la llama de la soledad” (p. 164)
La imagen de la portada del libro es la silueta de una estilizada figura femenina con un moño bajo que me recuerda a una fallera viendo el Hemisfèric, que parece arder a lo lejos como una falla. El fuego está también presente en la imagen de una hoguera en la contraportada. El ritual del fuego en València, la ciudad de la luz por excelencia a orillas del Mediterráneo, representa la oportunidad de cambio, la renovación. La escritora Avelina Chinchilla sitúa a su protagonista, Sandra Rojas, escritora como ella a pesar de no ser exactamente un alter ego como nos confesó ayer en la presentación de la novela, en el escenario de su ciudad natal con una naturalidad que el lector/a siente no podía ser de otra manera. Las dos: Avelina, escritora y Sandra, protagonista/escritora, pertenecen a ese mundo, se han criado allí. Por eso conocen muy de cerca aspectos que vertebran la identidad de esa ciudad y que enmarcan las referencias temporales clave en la historia: el desafortunado accidente de metro, que tuvo lugar en julio de 2006, y el fenómeno de la corrupción de los cargos políticos y las instituciones, que alcanzó su punto álgido en 2016.
La novela La llama de la soledad, editada por Rubric (2021) es una historia de superación de traumas pasados. Nos habla de la necesidad de reconciliarnos con nosotros mismos además de con la familia y con el entorno más cercano, después de un ejercicio de introspección, de búsqueda interior de los errores cometidos que han ido dejando heridas (“Me sentía vacía por dentro”, página 33) y que han abocado a moldear una personalidad difícil y la forma en que todo este peso con el que carga hace que perciba la existencia.
En la presentación de la obra en la Biblioteca Pública de Sant Joan d'Alacant ayer viernes 21 de enero de 2022, Esther Donate, concejala de cultura, seleccionó y leyó en voz alta uno de los momentos más importantes de la novela, que me parece relevante rememorar:
“¿Pero sabes qué pasa cuando tocas fondo?Que el suelo es algo sólido. En realidad, muy sólido y no te permite caer más abajo por mucho que ese sea tu deseo. El suelo, aunque sea el de la cripta más profunda que te puedas imaginar, constituye un apoyo firme sobre el que volver a ponerte en pie. Eso es lo que me ocurrió una mañana en la que por primera vez después de mucho tiempo me atreví a mirarme desnuda en el espejo. Me enfrenté por fin a la imagen de la que llevaba huyendo toda mi vida. No fue fácil. Nada se interponía entre nosotras y fui capaz de vislumbrar la ruina física en la que me había convertido. […]...Me metí en la ducha y mis lágrimas se mezclaron con el agua. Me salieron todas las que había retenido a lo largo de mi vida. Lloré con todas mis fuerzas para dejar atrás la pérdida de papá, la de Elena, la ruptura con Carlos, la muerte de Ricky y no sé cuántos malos momentos más que tenía atravesados en medio del alma y que no me dejaban respirar [...]Dejé que arrastrara todo lo malo que había en mí, hasta sentirme pura, con una lucidez que no recordaba haber sentido jamás. Cuando un frío glacial me hizo volver en mí, sentí que una nueva Sandra, más valiente, más noble y más capaz, había renacido en mí y supe que podría superar todas las dificultades que tenía por delante.” (págs. 160-161)
“Sabes que yo me hice escritora por Carmen, quiero decir por Carmen Martín Gaite” (p. 163) Y como Carmen, Avelina escribe con un estilo cercano de corte realista en una prosa sencilla y precisa, donde existen saltos temporales, flash-backs, hacia el pasado. Asimismo, en esta obra es clave el uso que hace con gran acierto del monólogo interior para hacer disgresiones. La escritora Sandra Rojas, protagonista de La llama de la soledad, habla con su madre, que está ingresada en la UCI, entablando un supuesto diálogo que no es sino la conversación que le hubiera gustado mantener con ella en la que se sincera consigo misma, confrontando así todas las dudas e incertidumbres que tiene con respecto a su vida. Como médica jubilada, Avelina Chinchilla conoce muy de cerca el paso de los pacientes por los hospitales. Recuerdo muy bien un impactante relato suyo titulado “Cautiva” (2018), que se desarrolla también en un hospital.
Avelina Chinchilla es una escritora muy familiar, de valores tan sólidos como su prosa, que reivindica desde su actividad literaria la presencia de autoras y personajes femeninos en sus textos. Como le dice Sandra a su madre tras salir del hospital: “Has luchado como una jabata” (pág. 165) Gracias, Avelina, por regalarnos a un personaje femenino como Sandra Rojas, que lejos de ser pusilánime, ha demostrado tener mucho coraje, y del que nos quedamos con una sensación de conocerla como si la tuviésemos delante de nosotras, con todas sus debilidades y fortalezas, para recordarnos que es posible sostener y reparar el pasado. Seguiremos de cerca a la autora disfrutando con sus textos.
La llama de la soledad (avelinachinchilla.com) puede adquirirse en La Casa del Libro y el Corte Inglés.
Muchas gracias por esta reseña tan emotiva,, Lola. Debí agradecértelo cuando la publicaste.
ReplyDeleteSupongo que más vale tarde que nunca. Me encantó verte de nuevo. Un abrazo.