Al contrario que Ulises, quien desembarcó en Ítaca disfrazado de mendigo para después recuperar su trono de rey, yo arribé a mi Ítaca sintiéndome reina (al menos de mí misma) y acabé convertida en una patética mendiga. (p. 231, Jacqueline Cruz, Todas las Islas la Isla. Circulo Rojo: 2021)
El ostracismo en la Antigua Grecia era el destierro al que se condenaba a los ciudadanos que no se consideraban aptos para la soberanía popular. Este destierro, que podía ser por un periodo de diez años o bien permanente, era un terrible castigo.
Nad(i)a, la protagonista de la novela Todas las Islas la Isla de Jacqueline Cruz, vive la des(a)ventura del exilio y como absoluta heroína de la historia (héroa errante salvada de cien naufragios p. 21) se convierte en símbolo de sentimientos humanos universales en momentos adversos de nuestra existencia.
Las islas evocan lugares paradisíacos separados del mundo. La Isla es el “finis terrae”, el final de la tierra firme. A las islas no se llega fácilmente, sino que es necesario un peligroso viaje y, con él, una iniciación. El tierno y a la vez brutal relato de Nad(i)a es el de una persona que va cayendo y repiensa el tema del exilio (ese absurdo aislamiento voluntario en su caso) con todas sus interrogantes. Ella es una auténtica Hikikomori, autorecluida en una interminable espiral descendente tras lo que considera ha sido una derrota detrás de otra en su vida. Estamos ante un viaje orfeico a los infiernos en el que la Isla se convierte en el doloroso espejo de la desolación interior de la protagonista. Afortunadamente, el viaje culmina con el retorno a Tierra Firme y entonces sentimos, como los peces cuando suben a la superficie, una bocanada de oxígeno que nos repone emocionalmente.
Estamos ante una novela con una riqueza lingüística extraordinaria que se mueve en registros extremos de formalidad (abundancia de citas) e informalidad. Desde la creatividad y el juego exploratorio de la vis cómica que proporciona el lenguaje hasta la transgresión de la forma, la lectura es pura (re)creación y desafío. Son innumerables los vocablos que se inventa la protagonista, todos ellos ingeniosos y a veces delirantes e hilarantes: el Bion, aparato v(i)olador para referirse al avión, alopior es cierto, besObeso, al vesre, la ordalía de buRRocracia, Ando entre psaa y puag, la absurdidez, y porsupós, Nochemala, el inv(f)ierno, valga la rebuznancia, no te eXtreXes demasiado, miles de sorries, besotriste, mi pluriempleo deXquiciante, una conspiración de Murphies vengadores, vive-la-berza... y así podría continuar durante diez o doce líneas más. Conozco a muy contadas personas con esa capacidad de jugar con el lenguaje como si fuese plastilina, con el poder de acuñar términos propios rabiosamente expresivos: mi madre habla del cronovirus y las perres por más que haya escuchado la palabra correcta una y mil veces, y esa parte lúdica, creativa y personal del lenguaje es realmente maravillosa.
En cuanto a la forma, la innovación se produce a distintos niveles: la correspondencia epistolar por correo electrónico donde introduce el recurso de tachar líneas enteras de texto y de esa forma hacer que nos interesemos (al menos en mi caso) casi más por lo que quiere decir pero no dice, o bien contrastemos en qué se queda lo que quería decir y dijo en un ejercicio también divertido para el lector/a. Asimismo, la autora innova con el lenguaje inclusivo optando por utilizar indistintamente masculinos o femeninos genéricos, recurso que supone una relación activa y juguetona de los lectoras con el lenguaje en el texto.
El momento de epifanía para Nad(i)a se produce después de un mes de desconexión, en un escenario distinto, tras estar muchas horas contemplando el mar y se relata en forma de guión cinematográfico, de forma que las imágenes ayudan a rememorar la experiencia con más vividez, recurso que es resulta ciertamente novedoso.
La novela supone un homenaje a los autores de la vanguardia canaria que la doctora Cruz, que tiene una reconocida trayectoria académica e investigadora, conoce muy de cerca: su tesis se publicó como libro. Sus numerosos artículos, colaboraciones y traducciones, publicadas tanto en inglés como en español, están accesibles desde Google Académico.
Con objeto de romper con el canon masculino, me gustaría mencionar a la poeta canaria Alba Sabina Pérez. Creo que el comienzo de su poema Manual de autoayuda puede ayudar a hacernos sentir más fuertes.
MANUAL DE AUTOAYUDA
Espero a que sean las docepara que abran el bary lamentar allísin atropellos, sin excusas,que los últimos días de mi vidaestán siendo felices.
Me hablo a mí misma:Cálmate y bebe agua,sal de ti y deja de mirarte,entiende tus presagios,aprende a pasearsin contagiarte del color del suelo,haz las tareas,habla con propiedad,exígete desobedecerte,y que se te cuenteque has llegado aquíy este lugar es una guerrapero tambiénun trazo de tiza en el mar. [...]
Felicitar a Jacqueline Cruz por su admirable ejercicio personal y literario que no nos deja impasibles y desearle muchos (pre)teXtos para que nos siga deleitando con sus teXtos.
Querida Lola, me acabo de dar cuenta de que nunca te di las gracias aquí (en otros medios, sí) por tu maravillosa reseña. Así que, aunque con un poco de retraso, lo hago ahora: ¡grazie mille por haberla leído, y transmitido, tan bien!
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