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Sunday, 4 December 2022

EL GUITARRISTA DE LA CAMISA NEGRA Y LA CANTANTE DE FADO

 El hijo del magnífico cineasta francés Bertrand Tavernier, llamado Nils, ha seguido también los pasos de su padre, fallecido hace relativamente poco, y ha heredado su talento como gran cineasta. Su película “El palacio ideal” (2018) es una película que en francés se tituló “L'incroyable histoire du facteur Cheval”. Es una historia real: la del cartero Ferdinand Cheval, que diseñó y construyó una escultura monumental conocida como Palacio ideal en un pueblecito francés llamado Hauterives. Es una cuidadosa producción donde disfrutamos de la belleza de los paisajes en contraste con la vida tan dura en una zona donde el correo llega de la mano de un cartero que todos los días recorre más de 25 kms repartiendo cartas. El cartero es un hombre huraño que parece sufrir de fobia social. Sin embargo, esa especie de coraza protege a una persona tímida y soñadora a la que le gusta coleccionar postales con estampas exóticas de países lejanos.

La película comienza con un entierro: el de la mujer del cartero, y unas condiciones de vida muy duras en la Francia rural de 1879. Pronto nos damos cuenta de que el cartero es un hombre trabajador y tenaz, que no falta ningún día a sus obligaciones y que conoce a una mujer que está viuda como él. Ella es una bellísima Laetitia Casta que al principio parece no tener nada que ver con ese hombre. El cortejo es parco, sorprendente, inesperado. Y ahí está la gran magia de la película: ese amor que no necesita de palabras, enormemente entregado, tanto, como la figura del guitarrista de camisa negra que toca con impecable dedicación la nostalgia de una música que ella acompaña con la letra de un triste fado. Me conmovió muchísimo la química de esa pareja que al principio parecía imposible y desproporcionada y que se muestra desde la sencillez con una fuerza arrolladora. «Este marido mío no es muy comunicador y parece tener las emociones atascadas. No lo subestimes –le dice ella a su mejor amiga de la zona --Es un hombre muy inquieto en la cama». Tanto es así, que la deja embarazada y viven junto a la pequeña Alice unos años preciosos en los que Joseph, el cartero, se hace un poco más humano y comienza con la construcción de un delirio de palacio en el que sueña que se casará su hija. Una construcción que parece querer decirnos que podemos seguir adelante con nuestros sueños más que imposibles, aunque a los ojos de los demás haya incomprensión, porque la vida parece no tener más sentido que el afán que le queramos procurar.

Hay una escena de amor preciosa. La pareja está muy hundida tras la muerte de la pequeña Alice. El cartero trabaja incesantemente. Ella se despierta a media noche. Él no está en la cama. Lo busca en la locura del palacio a medio construir. Está durmiendo sobre el suelo. Se tumba junto a él y lo abraza mientras la luna llena los cobija. No es una pareja joven; están rotos por el dolor pero el dolor no ha roto su amor. Es tan bello como un fado donde él está atrás, con su camisa negra, vigilante, entregado, interpretando con maestría una pieza en su guitarra que se ajusta a la sensualidad de la voz de ella. Los dos envueltos en la nostalgia de lo felices que saben que fueron una vez.




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