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Sunday 25 December 2022

LOS FASTOS DE QATAR Y LA DESESPERANZA

Hoy discutíamos sobre lo bonitas que están este año las ciudades iluminadas durante las fiestas navideñas. Y sí, tengo que decir que me encanta la alegría que desprenden las calles llenas de gente, la música, los belenes gigantes, las arcadas de luces con espectáculo musical, los renos y ángeles colgantes iluminando Oxford Street en el centro de Londres, ¿por qué no? Las luces navideñas son fuente de alegría y esperanza, por eso es importante que existan. Es una magia muy particular que se vive de niña y luego la recuerdas. Yo la reivindico. Me deprimen las compras, las largas colas para pasar por caja, las prisas de última hora... Puedo pasar sin todo ello, pero sin las luces no, quiero que la luz nos alegre, que nos deje pensar en algo mágico.

Como ha coincidido con la final recientemente del mundial de la FIFA, pensaba en las imágenes del lujo de los estadios que parecen recreaciones o maquetas, impresionantes. La pompa de los estadios de Qatar me parecía obscena, además sabiendo que miles de trabajadores han muerto para construirlos, como los esclavos que eran enterrados en las pirámides egipcias después de haberles cortado la lengua: una escena de la película “Sinuhé el egipcio” que ví de pequeña y que todavía recuerdo como algo realmente atroz. Esta vez te veías al emir, que parecía sacado de un cuento de hadas, con las mujeres detrás de él, guapísimas, con unos cutis de porcelana y unas pestañas alargadas de revista, vestidas de azafatas de aerolíneas de lujo portando almohadones de terciopelo con las medallas que rechazaban los jugadores franceses mientras Macron se ponía de puntillas para consolarlos, Messi vistiendo un sayo que parecía de “Star Trek” alzando la copa que besaba en un meme como si fuese un gran falo. ¡Nos ha tocado vivir tantas contradicciones! Y eso que apenas miro salvo lo que me da tiempo después de hacer otras cosas. Ese futbolista iraní tan guapo de 26 años, Amir Nasr-Azadani, condenado a muerte, mientras nos toca ver también imágenes de los hinchas “fake”, que son para echarse a reir por no llorar: los ves disfrazados de brasileños, con caretas argentinas, con la camiseta de la roja, ¡con una cara de árabes que les han dado un bocadillo por salir en las televisiones de todo el mundo disfrazados de seguidores! Sabes que no se han movido del Golfo Pérsico en toda su vida.

Así de contradictorio es el mundo en el que vivimos, totalmente absortos, distraídos, atrapados por las luces como las polillas y sin saber cómo recular de toda esta barbarie que se perpetra en sitios tan lejanos y a la vez tan cercanos. No se me ocurre forma de tranquilizar el espíritu salvo mi férreo activismo y mi sempiterno deseo de que la gente que no ha sido golpeada aún por la vida sobreviva a la desesperanza como sea.

 


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